Escrito por Juan Valles |
Ahí está, como un cuadro en una galería. Todos lo vemos, y muchos han hablado de lo que le hizo a su mejor amigo. Él sabía quien era Jesús, y sabía que nunca conocería a nadie igual. Jesús era lo mejor que le había pasado, era su mejor amigo. Y aun así, lo negó… tres veces!
No se sorprenda: Jesús no se sorprendió. ¿Se puede imaginar lo que pensó el Salvador luego de la tercera negación? Vamos a vivirlo un poco citando las escrituras: “El Señor se volvió y miró directamente a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que el Señor le había dicho: "Hoy mismo, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.” Y saliendo de allí, lloró amargamente.” (Lc. 22:61,62 NVI) ¿Lo notó? Hay algo en ese texto que resalta mucho: “El Señor se volvió y miró directamente a Pedro”. ¿No me puedo imaginar lo que pensó Pedro. En mi corazón puede que no exista la angustia y la amargura de Pedro. Y para contemplar la capacidad de traición que tiene el ser humano basta con mirar a Pedro traicionar a su mejor amigo. Tres veces: “--Muchacha, yo no lo conozco.” (Lc. 22:57). “-¡No, hombre, no lo soy!” (V.58). “--¡Hombre, no sé de qué estás hablando!” (V.60) Uno: no conocía a Jesús. Dos: no es el que estaba con el Señor; y tres: No sé de qué hablas, debes estar loco!
Ahí está, como un cuadro en una galería. Todos lo vemos, y muchos han hablado de lo que le hizo a su mejor amigo. Él sabía quien era Jesús, y sabía que nunca conocería a nadie igual. Jesús era lo mejor que le había pasado, era su mejor amigo. Y aun así, lo negó… tres veces!
No se sorprenda: Jesús no se sorprendió. ¿Se puede imaginar lo que pensó el Salvador luego de la tercera negación? Vamos a vivirlo un poco citando las escrituras: “El Señor se volvió y miró directamente a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que el Señor le había dicho: "Hoy mismo, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.” Y saliendo de allí, lloró amargamente.” (Lc. 22:61,62 NVI) ¿Lo notó? Hay algo en ese texto que resalta mucho: “El Señor se volvió y miró directamente a Pedro”. ¿No me puedo imaginar lo que pensó Pedro. En mi corazón puede que no exista la angustia y la amargura de Pedro. Y para contemplar la capacidad de traición que tiene el ser humano basta con mirar a Pedro traicionar a su mejor amigo. Tres veces: “--Muchacha, yo no lo conozco.” (Lc. 22:57). “-¡No, hombre, no lo soy!” (V.58). “--¡Hombre, no sé de qué estás hablando!” (V.60) Uno: no conocía a Jesús. Dos: no es el que estaba con el Señor; y tres: No sé de qué hablas, debes estar loco!
Eso lo hizo Pedro a su mejor amigo. Pero no es Pedro el personaje central, es usted, yo, todos. ¿Recuerda la última vez que negó a su mejor amigo? Puede que no haya negado estar con Jesús, y puede que ni siquiera niegue lo mucho que predica, pero ¿no ha faltado? Una negación es grave porque a veces hace creer que la persona a quien negamos es poca cosa para estar con nosotros, o no llega a nuestro estatus. Y eso no es lo peor. Jesús sabe que nosotros no podemos llegar a su estatus, y aun así nos anhela, sabiendo que somos pecadores murió por nosotros. Cristo sabe lo que hay en el corazón humano: sabía perfectamente de la negación de Pedro antes que ocurriera. Sabía perfectamente que Judas lo entregaría. Sabía que todos se escandalizarían de él y le dejarían solo. Sabía de aquél que se iría temprano de la oficina para engañar a su esposa, o de aquél que hace tratos ilegales con sus clientes; sabe incluso de ése que este viernes planea ampararse en unas copas y mujeres que se prostituyen. Cristo sabe de la mentira que acabas de decir, o del pensamiento que hace apenas segundos cruzó tu mente y lo dejaste hacer nido. Y aun así no nos deja de amar.
Pero si quiere saber cómo termina la historia, no puede dejar de ver a Jesús interesándose por Pedro. ¿Recuerda que Pedro salió corriendo a llorar amargamente? Esa fue la última vez que se vieron las caras antes de morir el Señor. Pero Dios se interesa tanto en sus amigos que no puede esperar para hacer saber cuánto ama. Marcos nos cuenta que las mujeres que fueron a ver el sepulcro vieron a un joven, sentado al lado derecho, e impaciente por dar las buenas noticias: “Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea…” (Mc. 16:7 RV60). Si usted ha sentido ganas de dejarlo todo por una falta cometida mire a Jesús llamando a Pedro: “y a Pedro”. Si usted cree que por el hecho de faltarle a Dios ya estará excluido del grupo de amigos del Señor, mire a Jesús integrando a Pedro: “decid a sus discípulos, y a Pedro…”. Dicho de otra manera: díganle a todos, y en especial a Pedro!
Si usted quiere ver el mejor ejemplo de lo que significa ser amigo de alguien mire a Jesús. Y el reto de amistad más grande que usted pueda apreciar es éste: “que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.” (2Cor 5:19)
Pedro le faltó a su mejor amigo, y así lo han hecho Jaime, Luis, Aníbal, José, Juan, Clara, Josefa, Gloria, etc, etc, etc,… usted y yo. ¿El ejemplo de Dios? Perdonar. Si usted tiene un amigo que le ha fallado perdónelo. Y si usted le ha fallado al Mejor de los Amigos, no dude en buscarle, que Dios no dudará en tener misericordia.
Es la actitud de Dios. Y debe ser la nuestra.
0 comentarios:
Publicar un comentario